La idea del personal docente y administrativo de transformar el Instituto de Ciencias Básicas en una facultad era secundada por el Centro de Estudiantes, que en la nota del 12 de marzo de 1990, dirigida al rector de la UNA, justificaba plenamente la necesidad del cambio de categoría fundamentando, entre otras cosas, el criterio general de que “la función desarrollada por el instituto debía ser fortalecida y en lo posible aumentada”, manteniendo los caracteres que le habían dado a la institución, una identidad propia dentro del ámbito de la universidad en sus casi 28 años de existencia. Difícil y anhelada largamente, esta evolución progresiva fue seguida bien de cerca por los directivos, docentes y estudiantes que componían el ICB.
En lo que respecta a la nota del 20 de abril del mismo año, de los departamentos del instituto, constituido por los directores de Biología, Matemáticas, Química, Física y Geología, se hacía constar que dicha transformación haría posible fortalecer la contribución al desarrollo económico y social, referente a la educación y capacitación del personal calificado en ciencias exactas, en el mejoramiento de la calidad y eficiencia de la educación científica y una mejor utilización de los recursos naturales y el perfeccionamiento de tecnologías requeridas por diversos sectores, entre otras.
El 24 de abril el director general del ICB, Prof. Dr. Narciso González Romero, resumía la incondicional adhesión, que aportaría en el campo de la ciencia y la técnica, los elementos necesarios para apuntalar un desarrollo sostenido y consecuente con la realidad nacional.
La Facultad de Ciencias Exactas y Naturales se crea, bajo la administración del Rector Dr. Luis Berganza el 21 de junio por Resolución Nº 2941-00-90.
El rector recomendó la autorización especial para el Dr. Narciso González Romero, que a la sazón, sería el primer encargado de Decanato de la FACEN, para organizar y hacer funcionar la recientemente creada unidad académica.
A fines de ese año, el Consejo Superior Universitario disponía, mediante la Resolución Nº 2843-90, que el encargado de decanato de la FACEN-UNA, Dr. Narciso González Romero, organizara el traspaso de las carreras componentes del Instituto de Ciencias Básicas a la FACEN-UNA, exigiéndole que se tomase especial cuidado en las negociaciones que hacían a la currícula, que en esos años afectaban a otras unidades académicas de la UNA.
En sus primeros años la Facultad contaba con siete licenciaturas ofrecidas las cuales eran las Licenciaturas en Ciencias Mención Geología, Biología, Química, Matemática Pura y Estadística, Física y la Licenciatura en Tecnología de Producción.
El Consejo Directivo de la FACEN conformó el Comité de Coordinación Académico-Científico por la necesidad de establecer una política de desarrollo institucional y evaluar la situación de la FACEN en sus aspectos académicos y científicos por esos años. Res. Nº 49/91 del 26-09-91.
Recordemos que el HCSU aprobaba el Reglamento General Interno de la FACEN el 12 de diciembre de 1991, por Res. Nº 3481-00-91, Acta Nº 680, estableciendo la estructura organizativa de la misma y que el Comité de Coordinación Académico-Científico, que se había creado para el efecto en septiembre de 1991, entregaba el 24 de abril de 1992 el informe preliminar acerca de la evaluación curricular de las carreras ofrecidas en ese momento por la institución.
Se estimaba que el periodo fundacional y de reorganización institucional abarcaría todo el primer quinquenio de la década del noventa, lo cual fue realidad, en la experimentación, dada la complejidad que significaba llevar adelante tamaña tarea.
Entre lo más importante que podemos rescatar de aquel documento podemos mencionar:
– Que la evaluación curricular permitía identificar las necesidades de la Institución en lo referente a los planes y programas de estudios de cada carrera.
– Se detectaba, en este estudio, la necesidad de elaborar un perfil profesional para cada una de las carreras.
– Se señalaba la escasa preparación básica del estudiante, proponiéndose la implementación de un plan que permitiese cualitativamente la mejora en los conocimientos del ingresante.
La superposición de contenidos de las materias del plan de estudios entre una y otra materia; la orientación inadecuada de las materias atendiendo a su naturaleza, la inclusión de materias de escasa relevancia en cuanto a su contenido, detectándose, además, un “divorcio” en el tratamiento metodológico de la parte teórica y la práctica en las mismas materias.
Se encontró que la escasa utilización de técnicas activas y adecuadas de enseñanza-aprendizaje, como también de la técnica de la investigación, era poco menos que satisfactoria; se entendía que la técnica de la enseñanza empleada con mayor frecuencia constituía la exposición oral del profesor.
Nuevamente se expresaba la preocupación sobre la necesidad de un mejoramiento en cuanto a condiciones físicas, a los recursos materiales y a la disponibilidad de recursos financieros para la implementación adecuada de los planes de estudio.
Se mencionaba la necesidad de ofrecer asistencia pedagógica a nivel de docentes, con esto se lograría que todos ellos tuvieran la misma preparación para mejorar la calidad de la enseñanza. Se proponía la implementación de un Plan de Capacitación Docente que abarcaría los aspectos técnico-pedagógicos y científicos, que contemplarían acciones dentro y fuera de la institución.
Considerando que el mecanismo de evaluación provenía del ICB se sostenía que había una falta de uniformidad de criterios en cuanto a la administración del mismo para lo que se proponía como solución la aplicación de un sistema de evaluación con los objetivos perseguidos en cada carrera que permitiese evaluar la calidad y la cantidad de conocimientos.
El cometido central de la FACEN, a comienzos de la década del noventa del siglo pasado, era ofrecer carreras que se encontraban encuadradas en macro disciplinas de las ciencias exactas y naturales y sus tecnologías, encaradas desde la investigación en su dimensión de creación de conocimientos básicos o aplicados como de actualización de lo ya conocido, orientadas a la solución de problemas planteados por la economía nacional y el medio ambiente ecológico. El carácter interdisciplinario era consecuente con los objetivos, asumiendo como un principio directriz que la investigación, ya sea de creación, de actualización u orientada a problemas concretos, constituía el núcleo de su práctica docente.
– La formación de base extendida y polivalente.
– En lo específico de cada especialidad, además de los aspectos fundamentales de la misma, que el estudiante dominara la lógica que correspondía a los razonamientos de la misma.
– La preocupación por el desarrollo de la personalidad del estudiante para que este adquiriera la curiosidad y el deseo de aprender para seguir alimentando más adelante, activamente, su vida intelectual y profesional.
– Que formara su autoresponsabilidad y que se orientara en función de sus aptitudes y capacidades, pero también de sus aspiraciones y motivaciones, sin que descuidase las necesidades laborales de la sociedad.
La FACEN prestaba su concurso científico y tecnológico para:
– La resolución de problemas concretos planteados por la colectividad local o nacional.
– La adaptación y divulgación de conocimientos conforme a las necesidades de sus utilizadores.
– La producción de bienes o prestación de servicios a individuos, empresas o entidades que lo demandaran.
La FACEN, en la Organización del Tratado de Prohibición Completo de Pruebas Nucleares, seguía con las colaboraciones oficializadas desde el año 1989, designándose como director nacional al Prof. MSc. Juan Carlos Velázquez por Resolución 566/91 de la Universidad Nacional de Asunción. El Laboratorio de Sismología de la Institución creado a la sazón, se dedica a monitorear todo lo referente a los movimientos telúricos además de formar parte integrante del. Tratado de Prohibición Completa de Pruebas Nucleares (TPCN), que es un instrumento que prohíbe la realización de pruebas nucleares en la atmósfera, hidrósfera y en el subsuelo.
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